Este mes marcó el centenario del Octubre Rojo, la Revolución Rusa que
puso fin al imperio zarista y sentó las bases para la Unión Soviética. El
extraño hecho de que Octubre Rojo se conmemora en noviembre (el 7 de noviembre
para ser preciso) se debe a que, hasta el momento de la revolución, el Imperio
ruso todavía usaba el calendario gregoriano, en lugar del calendario juliano de
hoy, lo cual resulta en una brecha de 13 días.
Pequeños grupos observan imágenes de la conmemoración
en Moscú.
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Para los memoriosos entre nosotros que podemos recordar el apogeo del
poder de la ex Unión Soviética y la típica celebración que se armaba en Rusia
para marcar el aniversario de la revolución comunista de 1917, las ceremonias
de este año para el 100° aniversario de la Revolución Rusa no podrían haber
sido más anémicas. No hubo eventos oficiales planeados para recordar, para bien
o para mal, lo que claramente fue un hito que cambió la vida en la historia de
Rusia y, de hecho, en la del mundo. Lo cierto es que el presidente Vladimir
Putin respaldó una celebración militar algo contrarrevolucionaria para
conmemorar la victoria de Rusia sobre el fascismo en la Segunda Guerra Mundial,
esquivando así cualquier homenaje a la toma del poder de Vladimir Lenin en
1917, una segunda etapa en una especie de juego político que comenzó con una
revuelta popular y terminó reemplazando una autocracia zarista con un modelo de
Partido Comunista dirigido, para siempre, por otra élite autocrática.
Zar Nicolás II |
En realidad, el Zar Nicolás II fue derrocado en marzo de 1917. Había
estado en el poder desde 1894, y en esos veintitantos años, no solo había
llevado al imperio ruso al borde del desastre económico y militar, sino que
también había llegado a ser conocido entre sus opositores políticos como "Nicolás
el Sanguinario". Esto no sólo fue porque involucró al país en la nefasta
Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) —que le costó a Rusia casi 90.000 bajas así
como a toda su Flota Báltica— sino también por su inclinación a asesinar a sus oponentes
políticos, por hacer la vista gorda a las persecuciones antisemitas, y por el
aplastamiento extremadamente violento de un intento de revuelta en 1905.
Ciertos historiadores culpan al zar directamente por millones de
muertes durante sus dos décadas como emperador. De hecho, solo en la Primera
Guerra Mundial —una guerra para la que Rusia estaba muy mal preparada— 1,4
millones de soldados imperiales murieron o fueron heridos y casi otro millón cayó
en manos de los alemanes como prisioneros de guerra.
Este fue el comienzo del fin para el zar. Mientras Nicolás estaba
ausente en 1914 y 1915 al ineficaz mando de sus tropas que luchaban en la
Primera Guerra Mundial, el caos estalló en casa, donde las provisiones de todo
tipo escaseaban, ya que millones de granjeros habían sido reclutados al
ejército imperial. Los huelguistas industriales y los amotinados de las fuerzas
armadas llevaron a cabo mini revueltas y manifestaciones, mientras que Nicolás
permanecía escondido en su cuartel militar a cientos de kilómetros de la
capital, negándose tercamente a considerar reforma alguna que sus súbditos exigían.
Además, su propia corte imperial se convirtió en un gran caldo de cultivo para
la intriga política.
Represión de civiles en Petrogrado |
El invierno ruso hizo el resto. En Petrogrado (San Petersburgo), en
febrero de 1917, el frío era severo y la comida y el combustible eran tan
escasos que la gente comenzó a saquear las tiendas y almacenes para echar mano
de lo que quedaba. La policía recibió la orden de disparar sobre los
saqueadores desde los tejados, pero esto solo empeoró la situación que se deterioraba
rápidamente. El zar creía a su ministro del Interior, quien afirmaba que la
situación estaba bajo control. Para cuando Nicolás descubrió la verdad —que sus
propias tropas, que ya no eran profesionales militares leales, sino que ahora,
en su mayoría, campesinos reclutados para el servicio, se unían a la revolución
en masa— era demasiado tarde para hacer retroceder la situación. De hecho, era
demasiado tarde para ofrecer su renuncia.
Para el 12 de marzo de 1917, hasta incluso los regimientos de la
guardia vieja más firmes del ejército ruso se habían amotinado y decenas de
miles de tropas se habían unido a la revolución. El zar no tuvo más remedio que
abdicar después de que su hermano se rehusó a tomar su lugar. Y el resto es
historia. Nicolás y su familia fueron encarcelados y luego ejecutados
sumariamente, cuando Vladimir Lenin y los llamados bolcheviques arrebataron el
poder de las manos del gobierno provisional revolucionario.
Soldados se unen a los insurgentes y refuerzan la revuelta. |
Los regímenes que le seguirían no se parecerían en nada al socialismo
democrático e igualitario que el alemán Karl Marx había imaginado como objetivo
para su teórica revolución socialista. Pese a ser tan alabado como criticado
por historiadores de izquierda y derecha, Marx fue una de las figuras más
influyentes en la historia moderna de la sociología y de la economía. De hecho,
hay quienes todavía hoy lo describen como una de las figuras más influyentes en
la historia de la humanidad. Su trabajo en economía ha servido como base para
una gran cantidad del pensamiento contemporáneo con respecto al trabajo en su
relación con el capital, y para gran parte de la teoría económica que ha
surgido de estos principios. Intelectuales, sindicalistas y diversos
movimientos políticos en todo el mundo han sido influenciados por el trabajo de
Marx. Y a menudo se lo cita como una de las principales influencias en la
ciencia social moderna.
Karl Marx |
Pero mientras basaba ostensiblemente su filosofía en la teoría
socialista marxista, casi desde el principio, el modelo ruso sería un duro
sistema totalitario que difícilmente tenía más que una conexión nominal con el
verdadero socialismo y que terminaría siendo no menos represivo y repleto de
intriga que el imperio que lo precedió. De hecho, el gobierno de Joseph Stalin,
el revolucionario georgiano quien consolidó el poder antes, durante y después
de la toma de poder por los bolcheviques, gobernaría con mano de hierro desde
mediados de la década de 1920 hasta su muerte en 1953, y se ganaría ampliamente
su reputación como uno de los gobernantes dictatoriales más crueles y sanguinarios
de la historia mundial.
Desafortunadamente, sería sobre la base de este modelo de
"comunismo" que el mundo occidental formaría sus más amplias
opiniones sobre cómo funcionaban la política izquierdista y los "sistemas
socialistas", cuando, de hecho, esto era meramente una perversión rusa
única.
Vladimir Lenin, líder de la revolución de octubre |
Aunque la Revolución de 1917 es claramente un hito de la historia rusa
y del mundo, no es difícil entender la ambivalencia del actual gobierno ruso
respecto de esta conmemoración centenaria. Si bien todavía existe una izquierda
pequeña pero influyente en ese país, que ha tratado de hacer de este mes y año un
evento histórico de gran importancia, el actual presidente de la Federación
Rusa, Vladimir Putin, tiene buenas razones para restarle importancia. Y en su
actitud juega claramente su propia ambivalencia política, que en realidad no es
ambivalente en absoluto, sino, simplemente, una cuestión de interés propio.
La carrera política temprana de Putin transcurrió en la atmósfera
sofocante del régimen soviético, en el cual sirvió como oficial de la KGB
(servicio secreto). Cuando el Muro de Berlín cayó a fines de la década de 1980
y Moscú, bajo el liderazgo de Mikhail Gorbachev, declaró el fin de la Unión
Soviética y abrió Rusia al mundo, Putin vio su oportunidad de estar en el lado
ganador de la historia y para acumular influencia política en esta nueva era de
cooperación rusa con Occidente, especialmente durante la presidencia de Boris
Yeltsin.
Putin durante su primera presidencia en el 2000 |
De hecho, Vladimir Putin no oculta su desdén por los principios
democráticos. Y ha mantenido un férreo control sobre el poder político en Rusia
desde que asumiera como presidente interino después de la renuncia de Boris
Yeltsin en 1999. Tuvo dos gestiones propias como presidente luego, entre 2000 y
2004 y entre 2004 y 2008, antes de formar una especie de "binomio" con
Dimitri Medvedev en el cual se han pasado desde entonces los puestos de
presidente y primer ministro de mano en mano entre ellos.
Putin se ha vuelto más agresivamente autocrático a medida que crece su
popularidad y perfil como el hombre fuerte de Rusia. Y sobre la base de esa
fortaleza, ha comenzado, en los últimos años, a flexionar los músculos de Rusia
en el escenario internacional, buscando restablecer la polaridad que existía
entre Oriente y Occidente durante la era de la Guerra Fría, con Rusia
emergiendo como poder opuesto a Washington y Occidente. Actualmente, el
presidente de EEUU, Donald Trump, le está ayudando en este objetivo, al negarse
a reconocer a Rusia como una fuerza contraria a la democracia. Más bien, parecería
que Trump lo ve al presidente ruso como un modelo a emular en cuanto a liderazgo
fuerte (si bien autocrático).
En el último año, el régimen de Putin se ha mostrado a sí mismo no
solo como despreciando la democracia, sino como trabajando activamente para
socavarla. Esta no es una mera teoría, sino la conclusión de cada una de las
principales agencias de inteligencia en Occidente. Claramente, lo que está por
venir es una nueva forma de poder e intervención rusa en el escenario mundial,
basada enteramente en la visión global de Vladimir Putin.
Cien años después de la tan anunciada revolución que debería haber
marcado el comienzo de una era de reforma social, democracia pura e igualdad
para todos, Rusia no ha podido sacudirse el autismo político de su pasado y
establecer un sistema que promueve la libertad de expresión, la implementación
adecuada de los derechos humanos y civiles y una forma de gobierno que coloca a
la nación por encima del privilegio político y las élites autocráticas. Si no
fuera por otro motivo, el gobierno de Putin al menos ha minimizado el
aniversario del Octubre Rojo para evitar que se reavive el espíritu
revolucionario y para subrayar su propia popularidad como un virtual zar, sin
plan alguno de abandonar el poder en el plazo previsible.
Si durante 70 años el pueblo soviético no supo lo que era la democracia, no creo que 26 años sean suficientes para que este pueblo conozca lo que es.
ResponderBorrarTODOS LOS PUEBLOS SABEN,SIENTEN,IMAGINAN E INTUYEN CLARAMENTE LO QUE ES LA DEMOCRACIA.- SIEMPRE LA SUEÑAN Y SIEMPRE LA BUSCAN Y LA BUSCARÁN,E IDENTIFICAN PERFECTAMENTE A LOS PRIVILEGIOS QUE LA IMPIDEN.-LO CREA QUIEN LO CREA.
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