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QUIÉN LE TEME A DONALD TRUMP? EN BREVE: CUALQUIER PERSONA CUERDA


Donald Trump, mejor conocido como “El Donald”, es ahora, para disgusto de gran parte de ese partido, el virtual candidato republicano (GOP) para presidente de los Estados Unidos de América. Mucha gente en ambos lados del espectro político en EEUU y, en un grado aún mayor, alrededor del mundo, está rascándose la cabeza y preguntándose cómo alguien como Trump podría terminar incluso siendo candidato presidencial independiente, y mucho menos el elegido popular entre los votantes republicanos del GOP.
Tal vez el término más utilizado para describir a “El Donald” hasta la fecha es el de “cañón suelto” (loose cannon), una expresión idiomática inglesa que no podría ser más gráfica y precisa. En los tiempos de la navegación a vela, el cañón se colocaba en los barcos con sumo cuidado y meticulosamente sujeto en posición para asegurar el máximo poder de fuego y la máxima seguridad. Pero en mares agitados o en la batalla, alguno de estos cañones pesados de hierro o bronce ​​podía soltarse de sus amarras y causar estragos, rodando libre y de manera impredecible, capaz de aplastar a tripulantes y a golpear contra casco y mamparos haciendo grandes boquetes antes de que se lo pudiera poner bajo control nuevamente. En resumen, un cañón suelto bien podía ser responsable de hundir un barco y de matar a su tripulación.
Y esto es precisamente lo que Donald Trump está haciendo, no sólo dentro del Partido Republicano de Estados Unidos, sino también contra la reputación de EEUU a nivel mundial. He aquí, unos ejemplos:
Fuentes allegadas a la Casa Blanca señalan que, en los últimos meses, donde sea que el presidente Barack Obama viaje en el mundo y sin importar cuál sea el propósito de su viaje, termina teniendo que explicar el “fenómeno Trump” a los líderes extranjeros que se mueren de miedo de que alguien como él, un agente de poder multimillonario con ideales fundamentalistas y aislacionistas, cero experiencia o conocimiento de los asuntos exteriores y quien toca de oído en cuanto a sus potenciales políticas sobre temas tan vitales como la guerra, la inmigración, el comercio internacional, las relaciones exteriores y el papel de Estados Unidos en el escenario mundial,  podría acceder a la presidencia de la nación más formidable y la potencia nuclear más temible en la tierra. Tan cierto ha sido esto que Obama ha tenido que elaborar, aparentemente, una respuesta estándar al respecto para tratar de lograr tranquilizar a otros, múltiples jefes de estado. Sin embargo, hasta ahora, esa respuesta se ha basado en la teoría ampliamente generalizada de que una presidencia de Trump podría suceder solamente cuando nevara en el infierno, y que “El Donald” nunca llegaría a la suma de delegados republicanos que necesitara para ganar la nominación del Partido GOP y que los líderes republicanos le bloquearían el paso a dicha nominación cuando todos se reunieran en la convención nacional en la ciudad de Cleveland en el próximo mes de julio.
Pero a la luz de las impresionantes victorias de Trump en las votaciones primarias —que, inclusive, nulificaron el anuncio tardío de sus rivales Ted Cruz y John Kasich de que compartirían sus respectivos apoyos populares con el fin de superar los avances del magnate de bienes raíces— el presidente Obama tendrá que dar otro sesgo a su mensaje, dado que Trump ya ha mostrado que sus detractores están tan equivocados como lo fueron los del propio Obama cuando dijeron que Estados Unidos no estaba preparado para un presidente afroamericano, y sobre todo no para uno que fuese liberal.
Otro ejemplo es la reacción que está surgiendo entre los verdaderos conservadores en la esfera de influencia del GOP. El muy respetado columnista conservador George Will del Washington Post escribió recientemente que la única forma en que el GOP se reivindicara sería que los que no fueran partidarios de Trump rompieran filas con el partido en las elecciones presidenciales de noviembre y votaran por la probable candidata demócrata, Hillary Clinton, para luego asegurarse de que ella tuviera sólo un período como presidente de la nación. De hecho —y al juzgar por su registro de votaciones en el Congreso— la línea política de Clinton coincide mucho más con la de la corriente central del Partido Republicano que la de Trump, pese a la afiliación de ella con el partido rival. Aunque Trump haya intentado tildarlo a George Will de “perdedor”,  sería difícil exagerar la importancia de una declaración tan lapidaria cuando surge de un conservador tan altamente respetado y con tanta  autoridad intelectual como lo es el columnista del Washington Post.
Y George Will parece no ser el único conservador de pura cepa que piensa de esa manera. Tan pronto como se hizo evidente que Trump sería el candidato republicano (ya difícilmente se pueda tomar como amenaza seria la permanencia en campaña del gobernador de Ohio, John Kasich) el senador republicano John McCain, que se había enfrentado a Barack Obama por la presidencia en el 2008, dio a entender públicamente que rompería filas con el GOP para apoyar a Hillary Clinton en noviembre (o sea, votaría a cualquiera menos a Trump, obviamente). ¿Cómo iba a apoyar —se preguntaba a sí mismo en voz alta— a alguien que citaba al National Enquirer, como si fuera una fuente seria? (La frase fue en obvia referencia a cuando Trump había intentado vincular al padre de Ted Cruz con el asesinato de John F. Kennedy en 1963, basándose en una nota fotográfica publicada en dicho medio, el cual se nutre del escándalo). El hijo y hermano de dos ex presidentes, Jeb Bush, quien, a su vez, es ex gobernador de Florida, y quien, semanas antes, se había retirado de la contienda republicana después de sufrir una derrota humillante ante Trump, también se negó a romper lanzas y hacer la paz con el virtual candidato, afirmando: Trump “no ha demostrado el temperamento o la fuerza de carácter (para ser presidente). No ha mostrado respeto a la Constitución. Y no es un conservador consistente. Estas son todas las razones por las cuales no puedo apoyar su candidatura.”
Entre muchos otros a favor de la “solución” de George Will se hallaba el estratega republicano de campaña Steve Schmidt quien tuiteó: “Los republicanos deben preguntarse a cuál aman más, si a su partido o a su país.” El bloguero conservador Ben Howe escribió “#ImWithHer” (estoy con ella). Howe añadiría más tarde, “Soy conservador fiscal y conservador social. Eso no va a cambiar. Pero no voy a votar por un ególatra autoritario.” Philip Klein, director periodístico del conservador Washington Examiner, anunció públicamente que acababa de “desregistrarse” como miembro del Partido Republicano. Su anuncio se produjo justo después de que el presidente del Comité Nacional Republicano Reince Priebus, enemigo mortal de Clinton, titubeó, claudicó y dijo que apoyaría a Trump, ya que era momento para que los del GOP tirasen juntos y empezaran a pensar en vencer a Hillary. Está claro, pues, que existen crecientes disturbios en ese partido, usurpado por un extraño, y, sin duda, un extraño peligroso, divisorio, y autoritario.
Sin embargo, el problema no es tanto el daño que Trump ha causado a la política interna, sino lo que está haciendo a la reputación de Estados Unidos en todo el mundo y, de hecho, lo que está haciendo a la democracia occidental, que ya estaba soportando las tormentas de la era de George W. Bush en la que el autoritarismo consiguió meterse de manera grave y perniciosa, en reacción a los ataques del once de septiembre de 2001 (tendencia peligrosamente erosiva para la democracia que el presidente Obama ha sido no sólo parcialmente incapaz, sino también estar parcialmente no dispuesto a cambiar significativamente durante sus siete años en el cargo). Mientras que el estilo autoritario de Trump, que ha recordado a más de unos pocos observadores el ascenso del fascismo en las décadas de 1920 y 1930 en Europa, puede parecer como un sorprendente “fenómeno americano”, visto en un contexto más amplio, reproduce una tendencia que parece ascendente en el continente europeo, resultando una especie de déjà vu para cualquier persona de edad suficiente como para tener un conocimiento de primera mano sobre los años previos y posteriores a la Segunda Guerra Mundial, o al menos para haber aprendido de los labios de sus padres sobre dicho período de populismo autoritario radical que fomentó el conflicto mundial más devastador de la historia.
Carlo Bastasin, investigador del prestigioso Instituto Brookings, escribe: “La migración, la desigualdad, el deterioro de la clase media, la crisis del euro, la desconfianza en el establishment... no existe escasez alguna de explicaciones para que los votantes envíen mensajes de enojo en los países europeos al poner sus papeletas en la urna. Sin embargo, se toma, generalmente, dicho mensaje como una explosión temporal de bronca que, eventualmente, se automodulará. Así, durante al menos 20 años, hemos considerado la irritación pública como un precio insignificante para la democracia.”
Pero Bastasin advierte que pensar así es un error, agregando que, de hecho, “el apoyo a los partidos radicalizados sólo ha crecido. Los partidos tradicionales que favorecen la integración europea (los demócratas cristianos y demócratas sociales) se ven amenazados en todo el continente. Nuevos partidos radicalizados, sobre todo de extrema derecha, están surgiendo en todas partes... Cada cuatro años, la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU) pierde un millón de votantes por razones puramente demográficas. Lo mismo sucede con el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Víctimas del alto desempleo en la región, los votantes jóvenes de Alemania, Italia, Austria, España, y de otros lugares a menudo votan en forma distinta e impredecible. “
Esto debe sonar a conocido para todos aquellos liberales y conservadores por igual, que se han visto sorprendidos por el extraordinario éxito de Trump en todo Estados Unidos. En realidad, este fenómeno no debería ser, en absoluto, sorpresa alguna. Es sencillamente el resultado de una falta de pericia a la hora de leer las tendencias. En la era de Bush después de los atentados terroristas del once de septiembre de 2001, la gente, en general, entregó de buena gana y con gran ingenuidad sus derechos humanos y civiles al cuidado del Ejecutivo, en nombre de la guerra contra el terrorismo. El autoritarismo siempre se alimenta del miedo, y los autoritarios manipulan los temores y sentimientos de inseguridad para conseguir el apoyo de una masa crítica. El miedo es lo que, en la última década y media, ha llevado a los estadounidenses a renunciar a más y más de sus derechos civiles y humanos y a tolerar la introducción de la tortura institucionalizada y “entregas extraordinarias”, la manta de excepciones legales a los derechos constitucionales, el espionaje interno sin autoridad legítima o recurso legal, las detenciones sin cargos ni juicio, listas de ejecución a discreción del presidente, “daño colateral” masivo en las operaciones militares en el exterior, las acciones militares libradas en violación al derecho internacional, y así sucesivamente.
Pero la devastadora crisis financiera y económica que coronó los años de Bush y marcó el comienzo de la presidencia de Obama, agregada ​​al aumento exponencial del terrorismo internacional, ha fomentado nuevos y aún más profundos miedos y ha dejado a segmentos radicalizados de la derecha en Estados Unidos (al igual que sus hermanos europeos) con una profunda desconfianza de los políticos convencionales, y por lo tanto, del sistema político como tal. Dichos segmentos se encuentran, entonces, tan altamente vulnerables a la expansión del populismo autoritario fundamentalista como lo son segmentos de perfil similar dentro de la población europea. Y Donald Trump juega constantemente con dichos sentimientos.
Las similitudes entre lo que está sucediendo en Europa y el fenómeno Trump en los EEUU son verdaderamente notables. Según Bastasin: “Esta tendencia se está consolidando en Europa, de la misma manera que ocurriese en la primera mitad del siglo anterior. Esto podría sonar alarmista si no fuera por el hecho de que las sociedades europeas se encuentran en una pendiente resbaladiza que proporciona el impulso para las políticas autoritarias —pendiente formada por los efectos combinados de las crisis económica y migratoria, las cuales tornan convincente para los votantes la posibilidad de cerrar las fronteras nacionales. Ya hemos consentido a que se levanten alambrados en Europa Oriental para mantener fuera a los refugiados. Ahora, Austria está construyendo ‘muros’ en la frontera con Italia y Eslovenia.”
Mientras que esto está pasando en Europa, Trump está prometiendo a sus partidarios radicalizados en contra de casi todo lo que se puede imaginar, que va a impedir la entrada de cualquier musulmán a los Estados Unidos y que construirá un muro tan fuerte en la frontera sur que ningún mexicano “violador, asesino, o traficante de drogas” podrá saltarlo, y agrega, además, que hará “que México pague el costo” de dicho muro.
Al igual que los autoritarios populistas antes que él, Trump juega a ganar los sectores más fundamentalistas de la sociedad, insultando constantemente a las mujeres y a minorías que van desde los inmigrantes hasta los hispanos, y desde los musulmanes hasta los judíos. Inventa “hechos” a su conveniencia y cubre su ignorancia enciclopédica improvisando su discurso político a medida que avanza en las encuestas. Por otra parte, se da apoyo implícito a dictadores populistas en todo el Tercer Mundo, al demostrar su autoritarismo intrínseco como una tendencia por la cual se hacen a un lado las minorías y los derechos individuales para dar paso a “la voluntad de la mayoría” y donde “la voluntad de la mayoría”, con todos sus  derechos y todo el poder de la nación, se entrega a una élite autocrática. Trump resulta, además, de gran utilidad a los sistemas como los de Rusia y Turquía, donde autoritarios como Putin y Erdogan se burlan cada vez más de Washington con su moralización democrática y su actitud hipócrita de “hacer lo que digo y no lo que hago” que pide disculpas cada vez menos por una creciente actitud autocrática a nivel ejecutivo.
Fue el jefe de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, quien, famosamente, aseveró: “Si uno dice una mentira suficientemente grande y sigue repitiéndola, la gente acaba por creerla. La mentira sólo puede mantenerse durante el tiempo en que el Estado sea capaz de proteger al pueblo de las consecuencias políticas, económicas y / o militares de dicha mentira. Por lo tanto, se convierte en un asunto de vital importancia para el Estado usar todos sus poderes para reprimir la disidencia, porque la verdad es la enemiga mortal de la mentira, y por lo tanto, y por extensión, la verdad es la mayor enemiga del Estado.”
“El Donald” es un estudiante consumado de esta lección autoritaria y uno sólo puede imaginar que él, como presidente, también dominará la supresión de la verdad utilizando todo el poder del Estado. Como una nota editorial del Washington Post advirtiera recientemente, Trump ha demostrado “desprecio por la separación de poderes al amenazar al Presidente de la Cámara de Representantes (Trump dijo que dicho jefe político ‘pagará un alto precio’ por oponerse a él). Donde su política externa no resulta débil, resulta aterradora... En resumen, (Trump) debe inspirar temor de que alguien con tal falta de juicio y de tan poca moderación pueda adquirir los poderes de la presidencia.”

Hasta la fecha, la porción de la torta republicana que le corresponde a  Trump, sin importar lo exitoso que pueda éste parecer, sólo ha sido un poco menos de la mitad. Entre republicanos y demócratas que no lo apoyan, pues, parece lógico que entre el 50 y el 75 por ciento de los estadounidenses estén en contra de él como candidato a presidente. Por el bien de la democracia y la seguridad del mundo, sólo se puede esperar que una enorme proporción de los norteamericanos que no son partidarios de Trump salgan a votar en noviembre y ayuden a detener la ola de autoritarismo populista que afecta hoy tanto a EEUU como a otros países del mundo. 

Comentarios

  1. Perdón a la nota que defenestra a trump, escuche en RT, a un periodista norteamericano hablar de Donal Trump, yvideos donde lo muestran criticando a Estados Unidos en su guerra con Irak, porque se basaron en mentiras y luego de la destrucción a la que fueron por terroristas, resulta que Irak ahoar se ha transformado en una escuela de terrorismo, y que Sadam , hacia bien su trabajo de contención del terrorismo. (palabras de Trump), Trump no aboga por las guerras, entonces a quienes perjudica, cuando se les termine el negocio??, a eso apunta y molesta es , lógico que se unan contra Trump. Además también les dijo que hacía Estados Unidos buscando roña con Rusia?, si a ellos no los molesta Rusia?(fuerte he?), no les voy a negar que tiene palabras fuertes y parece un discriminador, en el fondo no es así. Si la guerra y el saqueo no se lleva a los demás paises, todos podrán crecer y no tendran necesidad de migrar a los Estados Unidos, y esa es la pelea de fondo. No todo lo que brilla es oro, y lo más importante que dice Trump, no lo publican los medios complices de los sauqueos y guerras.Tampoco te cuentan que es un tipo que viene de abajo de abajo de la clase trabajadora. Pienso que para hablar de alguién que se esta sosteniendo por si solo para hacer politica, y el estado no le ayuda, es porque algo diferente trae, y no son guerra y destrucción para el mundo, sino todo lo contrario..me olvidaba decirle que es un fiel admirador del presidente Ruso.El verdadero periodista , toma la calle y lleva a cabo una investigación , bien de cerquita, para decirle la Verdad a la población, y no repite lo de los medios hegémonicos que tienen intereses demasiados oscuros que tapar,.Saludos.

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