En mayo,
analicé la elección presidencial francesa, en la que señalé que la
impresionante victoria de Emmanuel Macron había acontecido a pesar de que el
candidato no fuese afiliado de ningún partido tradicional francés. Esto,
planteé, sería visto por muchos observadores como una debilidad, presumiendo
que podría no ser capaz de obtener el favor de los partidos que él no
representaba en el Parlamento. Pero añadí que, visto desde otra perspectiva,
esta condición podría llegar a ser una fortaleza, porque no estaba llevando
rivalidades políticas heredadas consigo al poder.
En este
sentido, sugerí, Macron tendría que evitar el fracaso, e intentar tratar de ser
el representante de una amplia base tanto de votantes como de legisladores
franceses, quienes estuvieran hartos de la aparente incapacidad de la izquierda
y la derecha francesas de dejar de lado su inútil estancamiento ideológico,
para buscar maneras de servir de manera genuina los amplios intereses del
pueblo. Y ésto podría servir, a su vez, de ejemplo a otros países, como
Estados Unidos, donde los dos extremos del espectro político se enfrentan entre
sí en una amarga y fútil batalla ideológica que se concentra en bloquear toda
posibilidad de soluciones negociadas, creando así un estancamiento en el
auténtico propósito gobierno y generando una división acrimoniosa en la
población del país.
“Lo que más
entrará en juego —dije— será la capacidad de Macron de crear extensas
relaciones y de calmar las divisiones en beneficio a la República Francesa en
su conjunto. En este sentido, su perfil como independiente que logró una
victoria aplastante debería funcionar enteramente a su favor en la obtención de
un amplio respaldo de todos los sectores, salvo en la extrema derecha y la
extrema izquierda del espectro político, cuyo avance Macron debe tratar de
aislar y bloquear.”
Thierry Solère |
A poco más
de un mes, esto parece ya estar pasando. Las señales de Macron en el sentido de
dirigir una administración centrista —cuyo objetivo es el de enfocarse en los
problemas más apremiantes que padece Francia, en lugar de involucrarse en la
lucha política que ha consumido durante demasiado tiempo la energía de los
principales partidos políticos y dividido al país— ahora, por su propio gran peso,
han generado un cisma, separando en dos grupos políticos a los republicanos de
la derecha francesa. Los republicanos de la extrema derecha más dura han
jurado, como principio, resistir al gobierno de Macron a cada vuelta. Pero una
veintena de legisladores republicanos han formado un nuevo movimiento político,
al cual definen como republicanismo constructivo. Se han unido en una coalición
legislativa con 18 miembros de la UDI, partido de centroderecha, para respaldar
los planes de Macron y esperan que al menos otra docena de miembros del
Parlamento se unan a sus filas.
Thierry
Solère, quien ha surgido como el principal portavoz del grupo, es, a su vez,
una figura polémica a la derecha, habiéndose enfrentado repetidamente a
otras personalidades del partido UMP, y quien fue activo a nivel municipal y
regional antes de anotar una importante victoria en las elecciones legislativas
nacionales. Más recientemente, sin embargo, ha sido nombrado "Diputado del
Año" por su parte en la construcción de una alianza de centro derecha.
Solère es
aliado de Edouard Philippe, el hombre que Macron eligió par ser su primer
ministro, y asimismo del actual Ministro de Economía Bruno Le Maire. Los
constructivistas de centroderecha han indicado que "trabajarán con las
reformas que van en la dirección correcta y se opondrán cuando sea
necesario" al trabajar con la administración Macron. Es un plan tan justo
como podría esperar el nuevo presidente de parte de la oposición.
Edouard Philippe |
Macron ya contaba con apoyo centrista antes de la elección, en la figura
de Francoise Bayrou, líder del Movimiento Democrático (MoDem). En febrero del
corriente año, Bayrou anunció que respaldaría la cadidatura de Macron y su
movimiento conocido como En Marche en
lugar de postularse él para la presidencia. Esta alianza tomó por sopresa tanto a los rivales de Macron como a los
analistas políticos. Como recompensa, Macron se comprometió a apoyar la
promulgación de una ley de “gobierno limpio” que Bayrou venía proponiendo.
Promotor incansable de
los derechos civiles, Bayrou es, además, un poderoso aliado de la Unión
Europeo, organización que ha descripto como “la construcción más bella de toda
la humanidad”. Después de la salida de Gran Bretaña de la UE, Bayrou quiere que
Francia fortalezca más su papel dentro del gobierno europeo.
Estas son no
sólo actitudes saludables —y beneficiosas para la salud de la nación— sino
también el deber, precisamente, de los funcionarios electos en todo el mundo,
no sólo en Francia. Pero en la última década, la política en todo Occidente se
ha vuelto cada vez más polarizada y refleja la situación que reinaba en Europa
antes de la Segunda Guerra Mundial. Además, ha llevado, en el escenario
internacional, a un resurgimiento de la Guerra Fría, con su enrarecida
atmósfera de espía contra espía, pero en el presente caso con una escalada
decididamente más peligrosa de posibles guerras por encargo y potencial para
futuros conflictos armados entre las principales potencias.
Bruno Le Maire |
En este
sentido, Francia se está perfilando rápidamente como un ejemplo para el mundo,
y particularmente para Occidente. La imagen de Macron como pacificador
centrista ha mitigado el brote de una tendencia populista de extrema derecha
—por lo menos por el momento— contrarrestando así una creciente tendencia
populista seudodemocrática en Occidente en su conjunto, notablemente
representada por los últimos acontecimientos políticos en Estados Unidos y, en
menor grado, en Gran Bretaña.
Lo más
importante es lo que suceda de aquí en adelante. Si Macron logra galvanizar y
mantener una alianza centrista capaz de impulsar un cambio genuino y de
proporcionar respuestas convincentes y prácticas a los asuntos que realmente
importan a los votantes, él y su grupo cada vez más amplio de partidarios
parlamentarios se convertirán en un brillante ejemplo para el mundo de cómo
responder a la reaparición de movimientos radicales que buscan socavar la
democracia e instaurar una forma de autocracia elitista disfrazada de
populismo.
Bayrou y Macron: primera sorpresa |
¿Cuáles son
estas preocupaciones comunes que resuenan entre la gente en general? La primera
y más importante es una consecuencia de la necesidad de restablecer, por
ejemplo, la confianza en el gobierno, demostrando que hace su trabajo en la
provisión de soluciones eficaces (y presentando la democracia como el mejor
método para hacerlo). Pero a un nivel más práctico, tanto en Francia como en gran
parte del resto del Occidente, la gente se preocupa por el desempleo, el auge
de la robótica, un mercado laboral cada vez más reducido, la inseguridad
financiera, la amenaza percibida de una inmigración masiva y la falta de
programas de seguridad social eficaces para hacer frente a estos y otros
problemas sociales emergentes.
La capacidad
de Macron para invertir adecuadamente su popularidad actual y su creciente
apoyo en la inmediata tarea de encontrar un camino hacia soluciones innovadoras
y creativas para reforzar la confianza de un electorado más amplio, será la
medida de su éxito después de una victoria electoral espectacular. Por lo
contrario, su incapacidad de aprovechar su ímpetu y mostrar resultados
prácticos a nivel base podría acabar no sólo con su carrera política, sino que
podría, asimismo, socavar aún más la creencia en la democracia representativa
como el mejor sistema posible de gobierno, trayendo así un renovado
resurgimiento del populismo y de las maquinaciones autocráticos que lo acompañan.
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