Recientemente leí, con entusiasmo y fascinación, el último libro del
profesor Max Tegmark del MIT (Massachusetts
Institute of Technology), titulado Life
3.0: Being Human in the Age of Artificial Intelligence (Knopf, Nueva York,
2017, disponible a través de Amazon). Si bien el libro ha demostrado ser
polémico —y, sin duda, lo es— debo admitir que gran parte de mi interés en él
proviene de mi propia tendencia a ver el mundo desde un punto de vista positivo
y en términos de soluciones en lugar de profecías tremendistas, a pesar de los
acontecimientos actuales, que hacen difícil el mantener un estado de ánimo optimista.
La de Tegmark no solo es una visión global sino también cósmica de un futuro de
millones de años.
En otras palabras, me atrajo esta obra por la forma en que mira más
allá de nuestro presente frágil y efímero hacia un posible futuro de la
Humanidad en el que los problemas aparentemente insolubles de nuestro mundo
actual habrán encontrado una solución inteligente que solo la ciencia avanzada puede
prever hoy, pero que puede terminar formando parte de los cálculos de un futuro
mejor, en gran medida debido a la inteligencia artificial (IA) cada vez más
penetrante y compleja, pese a nuestra conservadora noción humana de que “nada
cambia realmente” ... o debería hacerlo.
Tegmark, de 50 años de edad, nació en Suecia con el nombre Max Erik
Shapiro, pero más tarde tomaría el apellido de su madre Karin Tegmark como
propio. Su padre es Harold Shapiro, de 89 años, nacido en Brooklyn, él mismo ex
profesor emérito de matemáticas del Instituto Real de Tecnología de Suecia, y
conocido por su trabajo pionero en el campo de los dominios de cuadratura.
Ciudadano estadounidense naturalizado, además de su puesto como
docente e investigador del MIT, Tegmark es también Director Científico en el Foundational Questions Institute y
cofundador del Future of Life Institute
(https://futureoflife.org/). Fue educado en el Instituto Real de Tecnología de
Estocolmo y en la Universidad de California, Berkeley, donde recibió su
doctorado. A lo largo de su carrera, su enfoque ha estado en la cosmología,
pero es reconocido, además, como creador de algunas importantes teorías y
aplicaciones científicas prácticas, como su interpretación cosmológica de la
física cuántica, el uso de las oscilaciones acústicas de bariones como regla
estándar y su Teoría del Conjunto de Todo, que básicamente postula que todas
las estructuras que existen matemáticamente también existen físicamente, una
teoría que Tegmark describe en detalle en un libro anterior titulado Our Mathematical Universe (Nuestro
universo matemático).
Max Tegmark |
Tegmark inicia Life 3.0 con El
cuento del Equipo Omega, un brillante y ficticio equipo científico y
tecnológico que diseña y crea una red de inteligencia artificial llamada Prometeo
que, una vez lanzada, imita la inteligencia y el aprendizaje humano pero a una
escala mucha más amplia y rápida, aprovechando cientos de años de recopilación
de conocimiento humano, y se vuelve extraordinariamente inteligente y
consciente de sí misma dentro de un tiempo ridículamente corto.
Programado para hacer el bien en lugar del mal (el común denominador
de cada película de ciencia ficción desde Terminator
hasta Yo Robot) el programa Prometeo,
propiedad de la Alianza del Equipo Omega, obtiene la gratitud de las masas al
resolver prácticamente todos los problemas humanos que los gobiernos corruptos
y / o ineficaces hayan generado o mantenido por omisión o comisión en el
transcurso de todos los tiempos, y así logra socavar el poder de los antiguos
sistemas políticos que eventualmente dejan de existir, siendo reemplazados por
un programa de liderazgo de la inteligencia artificial absolutamente eficaz,
paternal y perfectamente presupuestado que básicamente hace del mundo el lugar
maravilloso que siempre debió ser y donde todos pueden vivir y prosperar, con
la garantía de que esta perspectiva positiva continuará durante millones de años
en el porvenir, ya que Prometeo expande continuamente su conocimiento y lo usa
para el bien de la Humanidad, el medio ambiente e, inclusive, el universo.
Si bien todo esto puede sonar locamente idealista y, como tal, enteramente
irrealista, Tegmark señala que, “Este cuento es de proporciones verdaderamente
cósmicas, ya que implica nada menos que el futuro definitivo de la vida en
nuestro Universo. Y es un cuento que nosotros debemos escribir.”
El subtítulo de Life 3.0 es “El
ser humano en la era de la inteligencia artificial” y en este sentido, el
libro es una especie de estudio “ecológico” del entorno de la IA, o en otras
palabras, está relacionado en gran medida con cómo los seres humanos harán
frente a los continuos avances en la IA. El libro de Tegmark es, entonces, un
estudio de cómo la IA puede afectar al futuro de la vida humana y de todo otro
tipo en este planeta. Para hacer esto, el autor observa cómo la tecnología
avanzada ya está teniendo un impacto en las sociedades en las que vivimos, cómo
su influencia puede afectar a la sociedad y al individuo en el futuro y cuáles
son las posibilidades de tener un resultado que es, tal vez —pero no
necesariamente, dependiendo de los factores humanos involucrados— menos
apocalíptico que el sombrío futuro orwelliano imaginado por la mayoría de los
escritores y cineastas de ciencia ficción.
Aun así, uno termina de leer este fascinante estudio con cierto grado
de lo que un crítico dio en llamar una especie de “terror pasivo”, ya que
incluso los escenarios más positivos que el autor describe son muy diferentes a
cualquier cosa que hayamos conocido jamás y tienden a recordarnos más a un
mundo distópico que utópico desde el punto de vista de la libertad y la
creatividad del individuo, tal como las conocemos. En el mejor de los casos
teóricos, la IA engaña a los humanos haciéndoles creer que son los arquitectos
de su propio destino, cuando la verdad teórica es que es la IA la que maneja
todo.
De hecho, en la mayoría de estos escenarios futuros, los seres humanos
dejan de existir como tales y evolucionan hacia distintas manifestaciones de organismos
cibernéticos o de “uploads” —inventos
tecnológicos cargados con software
humano-. ¿Por qué? Porque como Hans Moravec, autor de Mind Children, sugiere en una cita que Tegmark incluye en su libro,
“La longevidad pierde gran parte de su objeto si estamos destinados a pasarla
mirando estúpidamente cómo las máquinas ultrainteligentes realizan descubrimientos
cada vez más espectaculares e intentan explicarlos a nosotros, utilizando
lenguaje para niños para que podamos entender.” El impulso, entonces, para que
los humanos se integren con máquinas inteligentes se convertirá, probablemente,
en toda una tendencia, si la IA continúa desarrollándose y se generaliza en el
futuro.
Aunque Tegmark haya sido acusado por algunos críticos de ser ingenuo —particularmente
en cuanto a cómo resolver el implacable e inevitable problema del desempleo
masivo una vez que las máquinas hayan reemplazado el trabajo e intelecto humano
en todos los ámbitos de la vida— claramente no se autoengaña creyendo que lo único
que tenemos que hacer es dejar que la IA se vuelva consciente de sí misma y
todo será un sueño de felicidad en un futuro no muy lejano. Pero deja en claro
que la IA como tal no es malévola. Sólo puede serlo como resultado de su intercambio
con la inteligencia humana cuando esta se inclina por el mal en lugar de por el
bien. En su aspecto más fundamental, la IA buscará las mejores y más efectivas
soluciones a los problemas con los que se presenta. Cualquier perversión de esa
misión podrá ser atribuida a las maquinaciones humanas, no a las máquinas
inteligentes que, de repente, se vuelven malvadas y se enloquecen.
Pese a lo altamente teórico que sea, Life 3.0 baja línea, sin duda, en cuanto al futuro de la IA y a cómo
podría afectar a la Humanidad. Tegmark admite sin titubeos que, en términos de
lo que definitivamente vendrá en el futuro, “la respuesta más corta es que no
tenemos idea alguna de lo que sucederá si la Humanidad logra construir una IAG
(inteligencia artificial general) que iguala al nivel humano.” Pero tiene, sí,
una muy buena idea de cuáles podrían ser los distintos escenarios posibles.
En lo esencial, sugiere, nuestro éxito eventual en la creación de una
IAG a nivel humano bien podría desencadenar una explosión de inteligencia que
podría dejar a los seres humanos muy atrás. Si un solo grupo humano tuviera poder
sobre tal explosión de inteligencia, podría tomar el control del mundo entero
dentro de un lapso relativamente corto. En cambio, si los seres humanos no
tomaran control alguno sobre una eventual explosión de inteligencia, la IA
podría volverse consciente y dominar ella misma el mundo entero dentro de un lapso
aún más corto.
El autor continúa indicando que una rápida explosión de inteligencia
podría poner el control en manos de una sola potencia mundial, mientras que una
explosión más lenta y gradual podría prolongarse durante años o décadas y
conducir a luchas entre poderes multipolares y entidades independientes.
Además, la historia de la vida tiende a demostrar un tipo de auto organización
que conduce a una complejidad jerárquica cada vez mayor. Según Tegmark, la superinteligencia
(una inteligencia artificial que va mucho más allá de la inteligencia
artificial general) permitiría una mayor coordinación entre esas jerarquías, “pero
no está claro si (esto), finalmente, conduciría a un control más totalitario desde
arriba, o a más empoderamiento del individuo.”
Resumiendo sus pensamientos fundamentales, el autor dice: “El pináculo
de nuestra carrera actual hacia la IA puede ser lo mejor o lo peor que le haya
pasado a la Humanidad...” Y agrega que “tenemos que empezar a pensar mucho
sobre qué resultado preferimos y cómo dirigirnos hacia esa dirección, porque si
no sabemos lo que queremos, es poco probable que lo obtengamos.”
A raíz de lo que pasaría después de lograr una superinteligencia, sin
embargo, hay claramente numerosos resultados posibles y Tegmark se esfuerza por
nombrar y describirlos con cuidadosa contemplación:
Utopía libertaria: Los humanos, los cyborgs, “los uploads” y
las superinteligencias conviven en paz gracias a derechos de propiedad
claramente limitados.
Dictador benévolo: Una especie de mundo utópico, si bastante orwelliano,
en el que todo el mundo sabe que la IA maneja todo e impone reglas estrictas,
pero en general esto se considera algo bueno.
Utopía igualitaria: Los humanos, los cyborgs y “los uploads” coexisten en paz porque la
propiedad ha sido abolida por completo y los ingresos de todos están
garantizados.
Portero: Se crea una IA superinteligente que interfiere sólo lo
necesario como para evitar la invención de una superinteligencia rival. El
resultado: los robots de inteligencia subhumana abundan para facilitar la vida
y existen los cyborgs mezcla de humano y máquina, pero el progreso tecnológico
se inhibe intencionalmente.
Dios protector: Omnipresente, todopoderosa, la IA maximiza la
felicidad humana de maneras que preservan nuestra ilusión de control sobre
nuestro propio destino, mientras permanece tan oculta a la vista general que
muchos humanos incluso dudan de que la IA exista.
Dios esclavizado: Los seres humanos logran confinar a una IA
superinteligente y la usan para crear una tecnología y una riqueza
inimaginables para sus propios fines, los cuales pueden ser buenos o malos.
Conquistadores: Este es el escenario de Terminator en el que la IA se vuelve consciente de sí misma,
encuentra a los humanos una molestia insoportable y decide deshacerse de
nosotros.
Descendientes: Aquí también, la IA reemplaza a los seres humanos, pero
les hace sentir que están colocando al mundo en mejores manos de la misma
manera que los padres pueden sentirse orgullosos de sus hijos que los
reemplazarán en el futuro.
Guardián de Zoológico – La IA permite que los seres humanos —que
vivirán para lamentar su destino— continúen existiendo, pero los trata como
animales cautivos en un zoológico.
1984 - El progreso tecnológico hacia la superinteligencia se ve
restringido permanentemente no por la IA como tal, sino por un estado vigilador
orwelliano, operado por humanos que reprime cualquier investigación en el campo
de la inteligencia artificial.
Reversión: El progreso tecnológico hacia la superinteligencia se
previene, haciendo que el mundo regrese a una forma de sociedad pretecnológica,
muy similar a la forma de vivir de los Amish.
Autodestrucción: La IA superinteligente jamás se logra porque, antes
de que esto pueda suceder, la raza humana se extingue por otros medios, tales como
el caos ambiental provocado por el cambio climático y la destrucción del medio
ambiente, o por medio del holocausto nuclear.
Mi propia conclusión, ya sea que concuerde totalmente o no con las
premisas de Life 3.0, es que, sea
cual fuere el escenario que se desarrolle en el futuro de la raza humana, será
resultado del mérito o de la culpa de los seres humanos y sus decisiones. Ése
es un hecho que debemos tener en cuenta al elegir a nuestros líderes, defender
o dejar de defender nuestros derechos básicos, y enfrentarnos o no a las
amenazas que afectarán a las futuras generaciones como resultado de nuestras
acciones, o de nuestra inacción, en el presente.
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