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LA EDUCACIÓN Y ALTERNATIVAS PARA EL FUTURO: Segunda Parte


El incremento exponencial en el ritmo de la evolución no es, en realidad, nada nuevo. Ese ritmo viene aumentando de manera impresionante desde siempre. Los científicos creen que el proceso al cual se refiere como evolución comenzó hace unos 4 mil millones de años. El ritmo del proceso en ese entonces era tan lento que llevó 2 mil millones de esos años para que los organismos unicelulares evolucionaran en organismos multicelulares. Pero una vez que ese primer paso fuera dado, sólo se necesitaría 200 millones de años —un relativo abrir y cerrar de ojos— desde que aparecieran los primeros mamíferos hasta que naciera nuestro ancestro, el primer homo sapiens.
Yuval Noah Harari es otro estudioso que ha indagado profundamente sobre el futuro que puede esperar el ser humano en la era tecnológica. Según su visión, los humanos vamos camino a tratar de convertirnos en dioses. Se refiere a este fenómeno, tal como reza el título de su libro correspondiente, como homo deus. Significa que el ser humano del siglo XXI se encuentra embarcado en una búsqueda, a través de la tecnología, de poderes cuasi divinos. Busca, por medio de lo tecnológico, una felicidad sin fronteras y una vida eterna. Busca, en una palabra, la inmortalidad. 
El futuro está aquí...
 
Todo esto pasará, probablemente, dentro de una realidad intersubjetiva. Es decir que, en todo lo que separa al ser humano de los otros animales, existe una realidad intersubjetiva. Ya sean las naciones, las fronteras, las religiones, los idiomas, el dinero, el comercio...en fin, todo código que nos separa de nuestra mera existencia como una especie más de animal, requiere de nosotros fe en un marco intersubjetivo de creencias.
Se puede referir a todo esto como humanismo. Y el humanismo se torna cada vez más una creencia religiosa. Dentro del humanismo el ser humano comienza a creer en sí mismo y en su prójimo en lugar de creer en Dios. En este contexto, entonces, la ética, la moral y los valores en general se generan desde adentro en lugar de recibirlos como datos externos. Según la visión de Harari, es un humanismo cada vez más fuerte que impulsará a la humanidad del siglo XXI a profundizar la búsqueda de la felicidad, el poder, y, eventualmente, la inmortalidad.  
Pero el vehículo para dicha búsqueda es la ultra alta tecnología. La pregunta básica que se hace Harari es, ¿qué pasará cuando algoritmos todavía sin conciencia de sí mismos pero altamente inteligentes, llegan a conocernos mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos? El peligro, dice Harari, es que la tecnología llegue, eventualmente, a amenazar la habilidad de los seres humanos a seguir encontrando sentido en su existencia, a medida que remplaza a los hombres y mujeres en todas las actividades, hasta en la actividad intelectual.
En su libro Vida 3.0 — Ser humano en la era de la inteligencia artificial, el profesor Max Tegmark va un paso más allá sobre la idea del papel del ser humano de hoy en los acontecimientos del futuro. Según Tegmark, seremos nosotros quienes programemos el futuro para bien o para mal. La teoría que él propone es que uno saca de la inteligencia artificial lo que invierte en ella. O sea, reconoce que el futuro podría bien convertirse en algo parecido a Terminator o a Yo, Robot (otra película, más contemporánea que trata del tema). Pero ¿qué tal si, gracias al desarrollo que les demos hoy, la inteligencia artificial fuese imbuida de una filosofía que la pusiera verdaderamente al servicio del hombre?
Su propuesta es que si la inteligencia artificial termina por ser malévola hacia la raza humana, será porque nosotros ahora le enseñamos a ser así. En otras palabras, si nosotros le enseñamos a la inteligencia artificial nuestra predilección por la guerra, la mezquindad, la falta de empatía y la tendencia hacia la autodestrucción, será eso justamente lo que obtendremos de ella. Sin embargo, si le enseñamos a la inteligencia artificial a siempre velar por el bien del ser humano, entonces el futuro podría ser un tiempo y un espacio en los cuales el humano viviera feliz con una superinteligencia al servicio de sus necesidades y deseos. Trabajaría al servicio pleno de los humanos y del medio ambiente que los alberga.
No obstante, el renombrado profesor de MIT articula advertencias sobre varios aspectos del desarrollo de la inteligencia artificial, e imagina escenarios que podrían resultar del mismo.
Por ejemplo, el éxito del ser humano en lograr la invención de un nivel de inteligencia artificial similar al de él mismo podría gatillar una verdadera explosión de inteligencia. Como resultado, la inteligencia artificial podría autodesarrollarse tan rápido como para dejar atrás al ser humano. Aunque Tegmark admite que el surgimiento de una superinteligencia artificial podría llevar a un complejo de jerarquías sociales mucho más coordinado, no hay manera de saber si dentro del marco de ese ordenamiento llegará a haber un importante incremento en el totalitarismo. O sea, la creación de una estructura vertical de poder en lugar de un incremento en el empoderamiento del individuo.
Imaginando cómo podría evolucionar este surgimiento de una superinteligencia, Tegmark prevé varias alternativas:
·        Una utopía libertaria donde todo el mundo, tanto organismos cibernéticos como hombres y mujeres tendrían derechos y todos vivirían en paz.
·        Una vida bajo el poder de un benévolo dictador artificial. Todo el mundo sabría que la inteligencia artificial está a cargo pero aceptaría resignado ese hecho.
·        Una utopía igualitaria donde el concepto de la propiedad sería abolido y donde los ingresos para vivir estarían garantizados.
·        Un mundo manejado por una especie de portero artificial y superinteligente que interferiría lo menos posible en la vida de las personas para no crear la necesidad de una superinteligencia rival para controlarlo, pero que inhibiría intencionalmente cualquier nuevo avance tecnológico como para evitar escenario alguno al estilo de Terminator.
·        Un dios artificial omnisciente y omnipresente cuya misión sería la maximización de la felicidad humana, pero que mantendría la ilusión de que los seres humanos están manejando su propio destino. En este caso, la mano de la superinteligencia artificial se mantendría tan escondida que muchos humanos dudarían de su existencia.
·        Un dios artificial esclavizado por un grupo humano. En este caso, que fuese beneficioso para la humanidad en su conjunto o no, dependería mucho de quién lo controlara.
·        Una superinteligencia conquistadora que engendraría una situación parecida a la de Terminator, donde esclavizaría a la humanidad para llevar a cabo ciertas funciones serviles, o que, bien decidiría que el ser humano no tuviera utilidad alguna y exterminaría a todos.
·        Un mundo orwelliano como el descripto en el libro 1984 —un estado que frenaría cualquier progreso tecnológico hacia una superinteligencia a través de un sistema vigilador con equipos de espionaje en todas partes.
·       Un estado de regresión en el cual el miedo de una eventual dominación del ser humano por la inteligencia artificial llevaría a un retorno al pasado lejano y a una vida parecida a la de los Amish, quienes rechazan por completo la vida moderna y mantienen un estilo de vida rural parecida a la del siglo XIX.
·        Y como escenario alternativo final, la autodestrucción y la extinción del hombre, ya sea por destrucción del medio ambiente, o por el holocausto nuclear.
Existe un mensaje alentador dentro de esa película de James Cameron del fatídico año 1984. Según el guion de The Terminator, “El futuro no ha sido fijado. No existe destino alguno que no sea el que elaboremos para nosotros mismos.”
Y ese es el mensaje que la educación de excelencia debe tener siempre presente. Por más que los futurólogos prevean un mundo donde humano y máquina se fusionan en uno o donde la evolución de la inteligencia artificial sea equivalente a la extinción de la raza humana, el hecho es que el futuro dependerá, en gran medida, de cuan capaces seamos hoy de moldear ese futuro. La educación de excelencia es la única arma contra la extinción del hombre, ya sea por el deterioro ambiental, por eliminación de la mano de una nueva especie tecnológica, o por la catástrofe de una guerra nuclear.
La contracara de todas estas predicciones pesimistas es una educación que sea una usina de ideas innovadoras y soluciones globales. La misión de toda educación de excelencia debe ser liderar una creciente tendencia hacia un mundo de paz y cooperación capaz de crear un porvenir mejor para todos.    


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